“…El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas. Ha levantado barreras de odio. Nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado nosotros. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas, necesitamos humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades, la vida será violenta. Se perderá todo…”. Con este discurso terminaba Charles Chaplin El Gran Dictador. Y se convirtió en un llamamiento universal, a la altura de los de Martin Luther King o Gandhi…

El gran dictador es, posiblemente, la obra de mayor éxito de Charles Chaplin, lo que es mucho decir de alguien que ha concebido filmes superlativos como Tiempos modernos o Candilejas.

Y es, además, una de las poquísimas películas sobre Hitler , no adscritas al régimen nazi, que se rodaron al mismo tiempo que el dictador ascendía al poder. De hecho, su estreno coincidió prácticamente con la invasión de Polonia y el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Las coincidencias en el tiempo vienen de mucho antes. Hitler y Chaplin nacieron con solo cuatro días de diferencia, en 1889. El dictador en una pequeña localidad austriaca, y el director, en Londres. Venían de una familia de clase baja, y los dos tuvieron un padre poco empático.

Si bien a ambos les unía la vocación artística desde su infancia, la historia ha dejado claro quién tenía un talento desbordante y quién carecía completamente de él.

Quien fuera arquitecto colaborador de Hitler, Albert Speer, aseguró en sus últimos años de vida que «El gran dictador» era «el mejor documental» sobre el líder nazi. Se cree que Hitler tuvo ocasión de ver el filme, aunque se desconoce cuál pudo ser su reacción.


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